LOS DOLOMITAS,

ENTRE LA NATURALEZA Y LA CULTURA

Annibale Salsa

Como tantas veces ocurre, los outsiders terminan siendo decisivos en la construcción de una identidad. Esto vale también para los Dolomitas, cuya notoriedad geográfica, geológica y turística se debe a un tal Déodat de Dolomieu que, en los años turbulentos de la Revolución Francesa, programó un tour de exploración y búsqueda en los que entonces se llamaban, los Alpes Venete por un lado y los Alpes del Tirol por el otro. Desde la publicación de las importantes cartas de Dolomieu dirigidas a Picot de La Peyrouse en la revista científica <<Journal  de Physique>> (30 de Enero de 1791) y después, oficialmente, tras el año 1792, los "Montes Pallidi" -Montes Pálidos, así era identificada en muchas leyendas y tradiciones orales por parte de la población "dolomítica"- asumieron la denominación definitiva y afortunada de "Dolomiti", que los consagrará como montes únicos en el mundo. El viaje del naturalista francés, originario de la región del Delfinato y cuyo sky-line habitual estaba definido por el Chartreuse-Belledonne de la cadena alpina, iba a ser un eslabón fundamental en la historia del conocimiento referido a los Alpes, poniéndose a continuación de la obra del gran ginebrino Horace Benedict de Saussure. La Ilustración del siglo XVIII, participó de forma importante en la definición de una imagen diferente de los Alpes, comenzando desde el área oeste de la cadena, y luego apareciendo en el área este, un área que hasta entonces estaba envuelta en la imagen mágica de las montañas.

Desde hace unos años se baraja la posibilidad de incluir los Dolomitas en el elenco del patrimonio Mundial de la Humanidad, tutelado por la Unesco, en concreto, por la unidad paisajística de esta montaña. Tal unidad implica, en realidad, su identidad sobre la base de una diferencia específica respecto al resto de montañas de la Tierra. Pero, ¿en qué consiste realmente la identidad/diversidad de los Dolomitas? Su origen y su historia natural bastarían por sí mismas para marcar el desarrollo de sus rasgos distintivos, la propia geología y su articulación litológica y mineralógica identificada por Dolomieu, quien comprendió la gran paradoja de las montañas, que emergieron del mar, de los arrecifes de coral que, incluso en sus más duras paredes verticales, comunica un sentido de armonía y dulzura. Por nombrar un ejemplo, una metáfora del inconsciente de un fuerte contenido simbólico, es capaz de evocar el paradigma de lo femenino y lo masculino, basandose en la representación de forma imaginativa y fantástica de las formas de una identidad natural en la que se superponen la dimensión "fálica" y "mamaria". Al primer vistazo, las más duras y verticales paredes de los Dolomitas hacen pensar en su semejanza con la forma masculina. Pero, en el caleidoscopio de sensaciones vividas a través de la alquimia del ver y el sentir, se revelan expresiones de un glamour totalmente asimilable a lo femenino, armónico y apolíneo. El ardor de sus siluetas no refleja la rudeza viril, sino la elegancia y la voluptuosidad caprichosa del carácter femenino, al maquillage sensual de los colores que pertenecen incluso a un iridiscente appeal.

La imagen de gentileza atribuida a lo femenino ha hecho de los Dolomitas una alegoría de un paisaje doméstico y familiar, jamás perturbador o angustioso. El claro entrecruzarse de las líneas horizontales de los altiplanos y de aquellos verticales del "crode" o del "pale", la alternancia de las tonalidades oscuras de los bosques y de las lechosas de la grava hacen las montañas menos amenazantes; parecen ofrecerse como en la forma de una gran "Catedral de la Tierra" en el sentido propuesto por John Ruskin. Y viceversa, hay otras montañas de la Tierra que, incluso teniendo las suaves formas del proceso abrasivo de los macizos de glaciares y que, desde un punto de vista morfológico, dan lugar a verdaderos "senos", no evocan la imagen de la "Gran Madre" sino, del padre severo, que asusta y al que se le guarda una distancia del tipo anacronista de la "lucha con los Alpes" que, al gran occidentalista Guido Rey, le ha inspirado la severa montaña del Oeste alpino.

La presencia de residentes humanos a los pies de los Dolomitas ha tenido, incluso, un papel importante en la construcción social del paisaje, acentuando los aspectos de cercanía y de intimidad. Sin querer inducir a interpretaciones de tipo forzosamente determinista, surge la sospecha de que las formas de la naturaleza han tenido un papel relevante al favorecer, entre la población local, la formación de un patrimonio de tradiciones orales y unos códigos de conducta dotadas de un gran valor cultural y una gran fascinación estética. La cultura que inconscientemente se desarrolla al observar una habitación, un prado, un cultivo, hace del paisaje dolomítico un mix de cultura y naturaleza en el cual resulta difícil separar lo natural de lo artificial, la dimensión objetiva de la subjetiva y comunitaria. Las diversas culturas presentan en la región dolomítica, desde aquella alemana de los valles sudtiroleses, hasta aquella latina de las antiguas redes de romanización, a caballo entre las tres provincias de los Dolomitas, en forma de un colchón intercultural, hasta aquella italiana de los valles de Trento y Belluno, han encontrado, bajo la transformación de las diversas estrategias de adaptación al medio ambiente, un hábitat en posición de actualizar el paradigma conceptual de la "unidad en la diversidad".

Annibale Salsa

Presidente General del Club Alpino Italiano (CAI) y profesor de antropología en la Universidad de Génova.

  1. Francesco Cito, Dolomiti di Fassa - Il Sassolungo
  2. Giovanni Cavulli, il Gruppo del Brenta visto dalla Paganella
  3. Photo Flavio Faganello

 

 
 
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